24 Sep
24Sep

Hola de nuevo, amigos. 

¿Os dais cuenta que los padres solemos ser unos expertos en todo lo referido al cuerpo de nuestro hijo pero sabemos muy poco sobre cómo funciona su cerebro? 

Si se hacen una herida, sabemos curarla. Si tienen fiebre, sabemos qué pasos seguir para controlar la temperatura de su cuerpo. En cuanto a su alimentación, somos conscientes de que alimentos elegir para que crezcan de forma saludable. Sin embargo, la mayoría de nosotros no somos conscientes de cómo funciona el órgano de nuestros hijos que tiene un papel fundamental sobre áreas tan importantes como la disciplina, la toma de decisiones, las relaciones con los demás, su autoestima, etc. 

En la educación de nuestros hijos, sabemos lo que queremos. Deseamos que crezcan sanos, que sean educados, que tengan unos valores de calidad,  que sean fuertes tanto física como mentalmente, que sepan integrarse en la sociedad y mucho, mucho más. Tenemos claro adonde queremos llegar pero no tenemos ni idea de cómo hacerlo. Solemos ser más experimentales que teóricos. Somos expertos de la estrategia del ensayo-error. Y, a nuestro favor hay que decir que tampoco nos va mal así, ¿verdad?. 

Pero, ¿y si conociéramos cómo funciona el cerebro de nuestros hijos?. ¿No nos ayudaría a la hora de elegir la ruta qué queremos tomar para llegar al destino deseado?.  Yo creo que sí. 

Si somos capaces de asimilar algunos aspectos básicos sobre el funcionamiento del cerebro de nuestros hijos, podremos entenderlos mejor, ayudarles a reaccionar de forma más eficaz ante las situaciones complicadas y mostrarles el camino hacia la salud social, emocional y mental. 

Convencido de ello, me dispongo a inaugurar la primera serie de mi blog, a la que he titulado "CERÉBRALO" y donde pretendo compartir todo lo que voy aprendiendo sobre el funcionamiento del cerebro de nuestros hijos. 

¿Os parece atractiva la idea?. Seguro que sí. 

1,2,3 … ¡Comenzamos! 

En el capítulo de hoy quiero hablaros sobre el poder de la integración

Cuando nos referimos al cerebro, aunque lo consideramos como un todo, debemos tener claro que está formado por muchas partes distintas, y cada una tiene una función determinada. La parte izquierda de nuestro cerebro se encarga del pensamiento lógico, analítico y racional, y el lado derecho nos ayuda a experimentar las emociones. Tenemos una parte que denominamos "cerebro de reptil" que controla las respuestas instintivas para nuestra supervivencia, un "cerebro de mamífero" que es responsable de la memoria, el aprendizaje, las emociones, las relaciones humanas, la interacción y los afectos, y un  "cerebro humano" que está relacionado con los procesos intelectuales. 

Ante esta complejidad estructural, la clave para progresar reside en lograr que las distintas partes del cerebro de nuestro hijos trabajen al unísono. Al igual que en una orquesta sinfónica cada instrumento tiene su función y a la vez debe trabajar al compás con el resto de músicos, el cerebro no puede rendir al máximo a menos que sus distintas partes trabajen conjuntamente de manera coordinada y equilibrada. Eso es lo que hace la integración: coordina y equilibra las distintas regiones del cerebro que mantiene unidas. 

Cuando nuestros hijos están superados por las emociones, se siente confusos y actúan de forma irracional (pataletas, rabietas, agresividad, etc.), sufren de des-integración. No son capaces de responder de forma controlada a las situaciones que se enfrentan. 

Como padres debemos ayudarles a realizar esa integración para que la lógica del hemisferio izquierdo pueda gestionar las emociones del hemisferio derecho y para que las partes superiores del cerebro, más reflexivas, trabajen bien con las partes inferiores, más instintivas y reactivas. 

¡STOP!. Intuyo que ahora te estarás preguntado que cómo narices se hace eso de la integración. Tranquilo que es más alcanzable de lo que piensas.

Una de las características más destacables del cerebro es capacidad de regenerarse. Sí, has oído bien, el cerebro puede activar, desactivar y crear nuevas conexiones neuronales. Y, al contrario de lo que pudieras pensar, esto ocurre a cualquier edad siempre que se trabaje adecuadamente. 

En el caso de nuestros hijos, su cerebro en desarrollo es mucho más moldeable. Las experiencias que viven tienen la capacidad de cambiar la física de su cerebro, y nosotros podemos ayudarles en esa tarea dotándoles de unas experiencias que les ayuden a desarrollar un cerebro resistente y bien integrado. Por ejemplo, pasar tiempo delante de una pantalla configura el cerebro de una forma. Las actividades deportivas, lúdicas o educativas lo configuran de otra. Y así ocurre con cada una de las experiencias que viven durante su crecimiento. 

La integración consiste en este proceso de configuración y reconfiguración, en facilitar a nuestros hijos las experiencias adecuadas para crear conexiones entre las distintas partes de su cerebro. Un cerebro integrado permite que nuestros hijos consigan sacar el máximo rendimiento a sus recursos mentales. 

No obstante, como padre debes tener en cuenta que te vas a enfrentar a innumerables casos de falta de integración de tu hijo. No te preocupes porque es absolutamente normal. El cerebro de nuestros hijos no está plenamente desarrollado aún, y hasta pasada la adolescencia es posible que no lo esté. 

La parte buena de todo esto es que usando los momentos cotidianos de nuestra paternidad podemos influir en la manera que el cerebro de nuestro hijo avanza hacia la integración. Un cerebro integrado les permitirá tomar mejor decisiones, tener un adecuado control de su cuerpo, gestionar sus emociones, comprenderse mejor, mantener mejores relaciones con su entorno y obtener un mejor rendimiento escolar. 

Hasta aquí el capítulo de hoy. En los próximos episodios de esta serie, entraremos en ideas clave para facilitar esta integración en el cerebro de nuestro hijos. 

Espero que os guste.

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