08 Oct
08Oct

¡Muy buenos días! 

Hoy domingo me he levantado a tope de energía, y quiero aprovechar esta inyección de motivación para ponerme manos a la obra con una nueva entrada de la serie CERÉBRALO. 

En el anterior episodio, me enfoqué en acercaros en concepto y la importancia de la integración cerebral. Recordemos que esa integración cerebral es la que permite que nuestros hijos usen las distintas áreas de su cerebro de forma coordinada, para poder responder adecuadamente ante las distintas vicisitudes que la vida les depare. 

Pues bien, resulta que esta mañana he tenido la suerte de encontrarme en Youtube con un webminar de Rafa Guerrero (psicólogo experto en TDAH, inteligencia emocional y, cerebro infantil y adolescente) sobre la importancia del papel de los padres en la regulación emocional de sus hijos. Tal ha sido el interés que ha despertado en mí que me ha llevado a querer compartir con vosotros las notas que he tomado, y mis reflexiones al respecto. 

Comencemos por el principio, ¿qué son las emociones?. 

La palabra emoción proviene del latín emovere, que significa “movimiento hacia”; es decir, la emoción nos lleva a la acción. Esta acción suele responder a un estímulo de cara a garantizar nuestra supervivencia. Recordad que nuestro cerebro inferior, más primitivo, siempre va a buscar nuestra supervivencia, independientemente que el estímulo externo sea real o imaginario. Este aspecto es especialmente relevante cuando nos referimos a las emociones de nuestros hijos, ya que muchas de ellas surgen de estímulos imaginarios. No por ello, la emoción deja de ser real. Lo es, y mucho. Todas las emociones son legítimas, independientemente del origen de las mismas. Desde el primer momento en el que las emociones están en el cerebro de nuestros hijos, el estímulo que la ha generado es real. 

Resumiendo, las emociones surgen de forma involuntaria, automática e inconsciente, y van dirigidas a la acción. Esa acción será, mas o menos, adaptativa en función de nuestra capacidad de regulación emocional. En esta regulación emocional juega un papel fundamental la homeostasis.

¡Tranquilos!. Que no voy a empezar ahora a contaros un rollo típico de una clase de biología o neurociencia. La clave para entender este concepto es comprender que la homeostasis se refiere al estado de equilibrio interno de nuestro cuerpo. Como laboratorios químicos ambulantes, esa homeostasis es la que nos va a permitir volver a la calma cuando nuestra química nos ha llevado a una actitud reactiva e irracional. 

De las partes del cerebro que vimos en el episodio anterior, el cerebro racional es el que se encarga de liderar este proceso. En los adultos desarrollados este proceso se da con más facilidad, pero en niños y adolescentes, con su cerebro racional aún en desarrollo, no es tan sencillo. Por ello, nuestro hijos necesitan que ejerzamos como cerebro racional para ellos, que les guiemos en el proceso de regulación emocional. A este proceso de acompañamiento se le denomina heterorregulación. 

Coger las riendas de la heterorregulación emocional en nuestros hijos no es nada fácil. Requiere sacrifio, mucha paciencia, dedicación y consciencia. Según Rafa Guerrero, las fases del proceso de heterorregulación son tres:


  1. Autorregulación emocional del padre-adulto: si no tenemos capacidad de autorregularnos como adultos poca capacidad tendremos de acompañar a nuestros hijos en su regulación emocional.
  2. Heterorregulación de nuestros hijos: ayudándoles a gestionar sus emociones.
  3. Autorregulación del hijo: conforme su cerebro racional vaya desarrollándose con nuestra guía, mayor capacidad de autorregulación irá adquiriendo.


Para entender mejor cómo llevar a cabo la heterorregulación es importante conocer cómo gestiona el cerebro las emociones. Rafa Guerrero utiliza su modelo del cerebro de cuatro colores, donde cada color representa una parte y función del cerebro. En este caso, yo lo voy a intentar simplificar algo más inclinándome hacia el modelo de cerebro superior e inferior también tratado en al anterior episodio. 


En esta estructura de cerebro inferior, emocional y reactivo, y de cerebro superior, racional y ejecutivo, existe una estructura muy importante a la hora de hablar de la regulación emocional. Esta es la amígdala cerebral

La amígdala se activa automáticamente cuando aparece una emoción, la codifica y es la que permite que, con otras estructuras cerebrales, podamos gestionarla. Podemos decir que la amígdala es el agente encargado de regular el tráfico emocional desde el cerebro emocional al cerebro racional. 

Cuando ese agente identifica que la emoción es muy intensa (peligro) actúa de barrera de seguridad, ordenando al cuerpo actuar de forma inmediata para sobrevivir a ese peligro. Esta pauta se le conoce como secuestro amigdalar

Teniendo en cuenta esta dinámica de funcionamiento cerebral, ¿no comenzáis a verle el sentido a ciertos comportamientos de vuestros hijos?. Yo desde luego que sí. Con sus cerebros superiores aún en desarrollo, sin una capacidad plena de regulación emocional, y con sus amígdalas cerebrales plenamente desarrolladas, se hace muy difícil que nuestros hijos respondan según nosotros “creemos” que deberían hacerlo en situaciones de intensidad emocional elevada. De ahí, la importancia de ayudarles a la hora de desarrollar su capacidad de gestión emocional. 

En mi familia, con mis dos hijos, que me haya involucrado en su heterorregulación está permitiendo que todo fluya mejor con ellos. Se sienten más cómodos a la hora de expresar sus emociones, el nexo de unión con ellos se hace cada día más fuerte y, poco a poco, vamos avanzando juntos en el camino del aprendizaje de la inteligencia emocional. Es un camino bonito, muy gratificante pero requiere paciencia, mucha paciencia. 

En relación a mi proceso de heterorregulación en mis hijos, me gustaría compartir alguna de las pautas que he puesto en práctica con ellos. Me alegra ver que parte de las que Rafa Guerrero ha expuesto en su webminario son las que ya venía aplicando en casa. 


PAUTAS DE REGULACIÓN EMOCIONAL CON NUESTROS HIJOS


  1. Legitima SIEMPRE sus emociones.

Esto ya lo hemos hablado al principio del episodio, cada emoción tiene su momento y su lugar. La emoción es una respuesta química de nuestro cuerpo a un estímulo. Unas serán más agradables que otras, pero no por ello debemos evitarlas. 

Una reflexión que me ha gustado mucho de Rafa Guerrero, y que comparto totalmente, es que estamos en una sociedad demasiado Mr. Wonderful. Parece que sólo se debe fomentar la alegría. Estamos rodeados de mandatos sociales del tipo: “Tú lo que tienes que hacer para ser feliz es …”, y eso es un peligro. Acuño el termino de Rafa Guerrero cuando menciona que “estamos creando una sociedad anestesiada emocionalmente”. 

Tenemos que dejar que nuestros hijos tengan hueco para todas las emociones, que las vivan, que entren en contacto con ellas porque, de otra manera, estaremos impidiéndoles que se desarrollen adecuadamente para hacer frente a su vida adulta. 

Nuestra función de regulación emocional hacia ellos no debe ir encaminada a evitar que las sientan, sino a reconducir la conducta llevada a cabo fruto de esas emociones. La emoción siempre será justificable y legítima, la conducta que realicen nuestros hijos a raíz de esa emoción es lo que hay que trabajar.


     2. Etiqueta las emociones de tus hijos.

Una de las cuestiones complicadas que me he encontrado a la hora de trabajar la regulación emocional, no sólo en la de mis hijos sino en la mía propia, ha sido identificar la emoción; es decir, ponerle un nombre. 

Dotar de lenguaje emocional a nuestros hijos es muy positivo. Que sean capaces de identificar qué emoción están sintiendo e incluso que sepan qué significa, les va a permitir avanzar en su proceso de autorregulación. 

Una herramienta muy útil, pero quizás demasiado compleja para empezar a etiquetar emociones con niños, es la Rueda de las Emociones creada por el psicólogo estadounidense Robert Plutchik . Plutchik establece una rueda con ocho emociones básicas en su núcleo y de ahí deriva a otras más complejas. Ya os digo que me parece algo complicada esta herramienta para que la utilicemos en niños, así que yo me quedo con las emociones de la película de Pixar “Inside Out”. 


Juega con tus hijos a que cojan los personajes de la película y te digan con cuál de ellos se sienten más identificados cuando tengan una situación de intensidad emocional elevada. Etiqueta la emoción y hablad sobre ella.


     3. Involúcrate al 100% en la regulación emocional de tus hijos.

No dejes sólo a tus hijos en la regulación emocional. Se, de primera mano, que hay momentos complicados en los que no estamos totalmente dedicados, por falta de tiempo o ánimo, a nuestros hijos. Pero las situaciones externas no nos pueden servir de excusa para no implicarnos en su aprendizaje emocional. 

Nuestros hijos necesitan que nos involucremos en su proceso de regulación emocional, desde la responsabilidad. Si queremos que sean autónomos emocionalmente hablando tenemos que acompañarles. Tenemos que evitar contestaciones del tipo: “Cuando estés tranquilo, me avisas”, “Vete a tu cuarto a pensar”, etc. ¿Cómo se van a tranquilizar?. 

Debemos entender que no se van a regular solos, no porque no quieran sino porque no pueden.


     4. Sintoniza tu emisora en la frecuencia de tu hijo.

Cuando nuestros hijos están experimentando una situación emocional intensa que necesita de nuestro acompañamiento, lo primero que debemos hacer es hablar su mismo idioma, estar en la misma frecuencia.

Es muy habitual que, en los momentos de intensidad emocional elevada de nuestros hijos, con su cerebro emocional en actividad plena, nosotros respondamos desde nuestra parte racional. Te pongo un ejemplo:

     -  Papá, tengo miedo. No puedo dormir. Hay un fantasma en mi cuarto.

     -  Hijo, no tengas miedo. Los fantasmas no existen.

¿Te suena?. Apuesto que sí. 

Fijaros que en esta conversación estamos haciendo todo lo contrario que debemos. Por un lado, estamos deslegitimando su emoción diciéndole que no tenga miedo y ,por otro lado, estamos contestando desde nuestro cerebro racional cuando decimos que los fantasmas no existen.  Para nuestros hijos, si sienten miedo por ellos, existen. 

Para hablar en la misma frecuencia de nuestros hijos, lo primero es comunicarnos con ellos desde la emoción. Debemos conectar con ellos y esto sólo se consigue a través de nuestros cerebros emocionales. 

Acércate, comprende su emoción, pregúntate por qué sí tiene sentido que la esté sintiendo y, a partir de ahí, cuando tu hijo se haya calmado, comienza a reconducir su conducta, si es necesario

Bueno amigos, voy a ir acabando el episodio de esta semana. Hay muchísimas más pautas de las que podríamos hablar para ayudar a nuestros hijos a regularse emocionalmente. Iremos hablando de ellas en los siguientes episodios de la serie CERÉBRALO. 

Recordad que lo importante de todo esto es entrar en acción y avanzar. Cada pequeño paso que demos en la dirección de lo que hoy os he compartido, ayudará a nuestros hijos en su capacidad de integración. 

Un saludo a todos.

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