05 Nov
05Nov

¡Hola de nuevo, padres buscadores! 

Hoy voy a compartir con vosotros mis reflexiones sobre uno de los asuntos que más conflictos generan en el seno familiar, y que son fuente de numerosas discusiones, enfados y malestares, llegando a derivar en situaciones incómodas y poco productivas en la relación entre padres e hijos. Pues sí, hoy vamos a hablar sobre las tareas domésticas y la colaboración de nuestros hijos en ellas. 

Me he animado a abordar este tema dado que hace no mucho dediqué parte de mi tiempo a indagar sobre el minimalismo y el orden del hogar. Por aquel entonces, tropecé, no sé si por casualidad, con la serie de Netflix de la archiconocida Marie Kondo acerca de su método de orden y limpieza. 

Básicamente, para aquellos que no la conozcáis, Marie Kondo ha creado un sistema, conocido con el método konmari, a través del cual se realiza primero un análisis de todas nuestras pertenencias (ropa, menaje del hogar, dispositivos electrónicos, etc.), agrupado por categorías y, posteriormente, se procede con una clasificación de las mismas en función de si se realmente se necesita o no. Para ello, establece una serie de estrategias y claves que no voy a entrar a detallar aquí ya que no están relacionados con el propósito de este artículo. No obstante, os animo a que echéis un vistazo a la serie que os digo o que consultéis en Internet cualquier contenido relacionado. 

Bueno, pues como os iba diciendo, tras visualizar sus vídeos y ver el resultado de su trabajo, donde hogares inmersos en el más caótico desorden pasan a convertirse en un lugar de ensueño donde vivir, la primera conclusión que llegó a mi cabeza fue que este sistema no funcionaría en mi casa. ¿Por qué?. Porque no tiene en cuenta al elemento perturbador del orden y la limpieza numero uno, los hijos. 

Sí, sí, puede ser que os suene un poco exagerado pero me gustaría saber cómo lo haría la señora Kondo con unos hijos que en lugar de doblar y guardar la ropa limpia, la tiran en la cesta de la colada para no tener que recogerla, que dejan tiradas sus zapatillas por cualquier rincón del hogar, que tienen mucha facilidad en sacar juguetes pero no saben recogerlos, etc. Imagino que acabaría como el más común de los padres mortales, echándose a sus espaldas la carga de las tareas domésticas del hogar y discutiendo con sus hijos ante la falta de ayuda por parte de estos. 

¿Sabíais que los estudios recientes sobre la calidad de las relaciones entre padres e hijos mayores de 10 años han concluido que las tareas del hogar son la segunda causa de conflicto familiar?. ¿No os llama la atención?. A mí particularmente sí. Así que poseído por mi espíritu kaizen, inconformista y aventurero, me he puesto manos a la obra a indagar más sobre este asunto y aprender de expertos en la materia. 

En esta ocasión, os voy a compartir la visión de la docente, y responsable del proyecto Adolescencia Positiva, Diana Al Azem, la cual lleva más de doce años dedicados a la docencia con alumnos de secundaria, y que con su proyecto de Adolescencia Positiva, nos acerca a los padres un enfoque distinto respecto a la educación de nuestros adolescentes. Os recomiendo que sigáis su podcast y su cuenta de Instagram (@adolescencia_positiva), donde comparte contenido de gran interés para aquellos que como yo están entrando en la paternidad adolescente. 

A la hora de abordar el tema de la colaboración de nuestros hijos en las tareas domésticas, lo primero que debemos hacer es analizar el punto de partida y determinar qué queremos conseguir. La foto inicial es importante para saber cómo nos hemos enfrentado al problema, identificar aquello que ha funcionado y lo que no, y establecer objetivos de mejora. No hay mejor forma de andar un nuevo camino que sabiendo de donde vienes y adonde te diriges. 


¿Consideras que las tareas domésticas son una causa de conflicto con tus hijos? ¿Eres realmente consciente de ello? 

Los conflictos familiares derivados de la respuesta de nuestros hijos a la hora de colaborar en casa están catalogados como conflictos de baja intensidad. Esta categorización nos puede llevar a engaño porque que sean de baja intensidad no quiere decir que sus consecuencias no sean graves.

Cuando nuestros hijos no colaboran en las tareas domésticas, los padres entramos en dinámicas que son bastante peligrosas para nuestra relación con ellos. 

El primer recurso al que nos agarramos para intentar que colaboren es la repetición. Les repetimos una y otra vez lo que tienen que hacer, y vemos que no lo hacen. O al menos, eso nos parece. Esta situación hace que elevemos el tono de nuestra negociación, entran a jugar las amenazas o castigos, y aún así, no funciona. Todo ello nos lleva a sufrir un desgaste constante, el estrés va haciendo estragos poco a poco, de forma silenciosa, pero sus efectos pueden ser permanentes. 

Este desgaste nos lleva a la frustración que finalmente hace qué acabemos haciendo nosotros aquello que les pedimos en un primer momento. La tarea doméstica se termina, tiene un principio y un fin, pero la desconexión que ha causado con nuestros hijos permanece, agravándose a medida que surgen más conflictos. 

Y es que quizás el enfoque que hemos practicado hasta ahora no sea el más adecuado. Tendemos a querer resolver este problema intentando cambiar a nuestro hijo pero quizás lo que tengamos que cambiar sea el sistema familiar que tenemos montado entorno a las tareas del hogar. Si queremos resultados diferentes, hay que hacer cosas diferentes. 


¿Por qué se crean conflictos con nuestros hijos cuando queremos que colaboren en las tareas del hogar? 

Para mí, la respuesta es bastante sencilla: ¡porque no es su prioridad!. Recuerda tu época de niño o adolescente, ¿en serio dejabas de jugar en la calle con tus amigos porque tenías que ir a recoger tu dormitorio?. Pues claro que no. 

Es importante no olvidar de dónde venimos. Nosotros también fuimos niños y no nos vendría mal recordarlo y ponernos en los zapatos de nuestros hijos para comprenderles mejor. Quizás de esa forma no nos frustraríamos tanto a raíz de las discusiones con ellos. No esperes que a tu hijo le apetezca limpiar los cristales en lugar de jugar con sus amigos. Tienen otras prioridades, otros intereses. 

Cuando tenemos expectativas demasiadas elevadas o irreales, lo único que puede aparecer es la frustración. La felicidad está más cerca cuanto más próximas están las expectativas de la realidad. 

Por lo tanto, ¿y si adaptamos nuestra expectativas?. Porque no cambiamos el enfoque. En definitiva, ¿no sientes que parte de la responsabilidad de que nuestros hijos actúen así es por nuestra forma de educarles?. Hagamos juntos un ejercicio de reflexión. Responde de forma sincera a estas preguntas:

  • ¿Te quejas de la falta de rutina que tiene tu hijo en el tema de las tareas del hogar?

Puede ser que no les hayamos dado la autonomía suficiente para realizarlas. Los padres vivimos estresados, en un mundo en el que las prisas no nos permiten disfrutar de lo que verdaderamente es importante. Anticipamos lo inmediato a lo permanente. 

Estoy convencido de que en más de una ocasión tu hijo se ha ofrecido de pequeño a ayudarte en algo que te viera haciendo (cocinando, arreglando algún aparato, manualidad, bricolaje, etc.) y le has dicho que no. 

Esos mensajes de rechazo en definitiva no hacen otra cosa que instaurar en nuestro hijo la idea de que no queremos su ayuda. Y, si eso lo hacemos desde pequeños, ¿cómo vamos a conseguir que nos ayuden cuando sean mayores?.

  • ¿Te molesta que tu hijo no haga sus tareas domésticas cuando y cómo le dices?

Si es así, creo que tenemos el foco mal orientado. Estamos anteponiendo nuestras condiciones y forma de ver las cosas al objetivo real que perseguimos. 

Queremos que nuestros hijos hagan sus tareas, que empiecen a establecer rutinas. No que las hagan a la perfección. Lo importante es que hagan la tarea, que comiencen la acción. 

Dejemos que hagan las cosas a su forma. Están haciendo el esfuerzo. Eso es lo importante cuando queremos crear un hábito. Si a la primera de cambio, una vez que se ha puesto a realizar una tarea del hogar les juzgamos por la forma de hacerlo, el efecto que provocamos es justo el contrario al que perseguimos. 

Cuando no les dejamos hacer las cosas a su modo, se sienten no respetados, no escuchados y, de algún modo, esto les acaba generando frustración y afectando a su autoestima


¿Están adaptadas su parte de las tareas domésticas a su realidad? 

En este punto podríamos entrar en el debate de que si nuestro hijos, con las agendas que llevan en la sociedad actual (extraescolares, estudio, etc.) deben colaborar en las tareas del hogar. 

Unos seréis partidarios de que sí colaboren y otros pensaréis que es mejor que se centren en “sus cosas”. La verdad es que no hay una respuesta universal, pero yo considero que el hecho de que nuestros hijos ayuden en las tareas domésticas tiene mucho más beneficios que inconvenientes.

 Cuando educamos a nuestros hijos en que deben ayudar en casa, les estamos enseñando el ejercicio de la corresponsabilidad.  Les hacemos conscientes de que, en el sistema familiar, hace falta cubrir una serie de actuaciones que tiendan a mantener el bienestar necesario y a qué se cubran las necesidades colectivas que se pudieran tener. 

De forma muy general, el ejercicio de esa corresponsabilidad en las tareas domésticas:

  • Prepara a nuestros hijos para la vida, permitiéndoles explorar y ganar autonomía en un entorno controlado de aprendizaje que les permita adquirir habilidades que podrán usar en su etapa adulta.
  • Aumenta el bienestar en el hogar, ya que el reparto de tareas permite que los padres dispongamos de más tiempo para dedicarlo a disfrutar en familia y, a su vez, los hijos se siente parte importante del sistema familiar.
  • Ayuda al desarrollo de la parte lógica y racional de su cerebro, mejorando su autocontrol, autoeficacia y autoestima.
  • Fruto de esto último, mejora su rendimiento escolar.
  • Aumenta el sentimiento de pertenencia en la familia.

Hay que tener en cuenta que para fomentar este sentimiento de pertenencia a través de la corresponsabilidad, debemos dejarles claro que las tareas que hay que realizar en casa no son las exclusivamente individuales (recoger su cuarto, doblar su ropa, el aseo personal, etc.) sino que también son importantes aquellas tareas cuyo beneficio es colectivo, para bien del sistema familiar. 

¿Qué os parece la reflexión que hemos hecho hasta ahora?. Imagino que estarás pensando que, todo esto esta muy bien pero, ¿cómo lo hago?, ¿cómo lo pongo en práctica?. Tranquilo, empecemos con las claves para conseguir que nuestros hijos colaboren en las tareas domésticas. 


Clave 1: Explícales por qué es importante mantener el hogar limpio y ordenado, por qué su colaboración es beneficiosa para toda la familia. 

El orden de las cosas permite a nuestro cerebro relajarse. 

El cerebro está trabajando constantemente, pero es incapaz de procesar toda la información que le llega a través de nuestro sentidos. Para optimizar la información que procesa, aplica filtros a la percepción centrándose en aquello que considera más relevante. 

Cuando todo está ordenado, cuando todo está según nuestro mapa de percepción, no se genera estímulo y el cerebro puede gastar esa energía en procesar otro estímulo distinto. Por este motivo, cuando hay algo que no nos cuadra, o que está fuera de lugar, solemos atender y fijarnos especialmente en ello, llegando a desequilibrarnos emocionalmente. 

A la hora de explicarles la necesidad e importancia de su ayuda con las tareas del hogar, también es importante atender a cómo y cuándo lo hacemos. Hay que buscar el momento adecuado y nuestro tono de conversación debe ser el correcto. No podemos esperar que estén receptivos si queremos charlar con ellos sobre este tema cuando tienen su atención en otro lado. Ni tampoco podemos pretender que nuestras palabras les calen si no empleamos las palabras y sentidos adecuados. 

Señores papás, en este tema, dejemos el modo imperativo en OFF. Vayamos al momento adecuado. Mirad a vuestros hijos. Buscad esos momentos en los que estáis disfrutando en familia, en un ambiente de relax. Cuanto mayor sea el estado de bienestar del momento seleccionado para tratar este tema con nuestros hijos, mayor probabilidad de éxito tendremos. Por ejemplo, las cenas en familia, los momentos previos a dormir, un paseo por la Naturaleza, son ejemplos de buenos momentos para hablar sobre ello. 


Clave 2: Sé realista. 

Tenemos que ser especialmente sensibles a la hora de proyectar nuestras expectativas en nuestros hijos, ya que su desarrollo emocional está en juego. No podemos pretender que un niño en pleno desarrollo, al que no le hemos dado las herramientas adecuadas, realice cualquier tipo de tarea doméstica. 

Como nos pasa a nosotros, habrá algunas que les gusten más, otras menos y otras nada. A la hora de acordar qué tipo de tareas tienen que realizar nuestros hijos, siéntate con él y negocia. Conócele. Pregúntale, dentro de la necesidad de ayuda que comentamos en la clave anterior, que le apetece más. 

Intenta que empiece con esas tareas de su elección y pon el foco en los compromisos que ha adquirido, no en la forma de hacerlo. Es la inercia lo que permite crear un hábito. Lo importante es que están ayudando. El cómo ya lo mejoraremos más adelante. 


Clave 3: Acepta el error y la solución al mismo. 

Hay padres que somos muy maniáticos y perfeccionistas. Esperamos que todo esté hecho bien, y a la primera. Además la sociedad nos refuerza ya que el orden está bien visto. 

Sin embargo, el perfeccionismo sólo puede llevar al malestar. Perseguir que los demás hagan a la perfección las cosas, provoca que nunca estemos satisfechos con lo que los demás hacen. Y esta insatisfacción genera frustración y separación con la persona que ha realizado la acción. 

En definitiva, nos cuesta muchísimo aceptar el error y al final tendemos a realizar aquella tarea que le corresponde a ellos, ya sea porque la hacemos más rápido o mejor. Al caer en está dinámica, el aprendizaje que estamos consolidando en ellos, es:

  • Mi padre/madre me solucionan todo.
  • Mi padre/madre no confía en mí.

Querido padres, el error es la base de todo aprendizaje. Si no dejamos que nuestros hijos se equivoquen les estamos sobreprotegiendo y no les estamos preparando para la vida adulta. ¿Cuántas veces se equivocó Isaac Newton antes de inventar la bombilla?. Cambiad el enfoque del error. Mirad el error como el aprendizaje de la forma de no hacer algo. 

En este mismo sentido, si nuestros hijos se equivocan dejemos que ellos lo solucionen con las opciones que tengan disponibles. Quizás no sea la mejor solución, pero es una solución al fin y al cabo. Tenemos que aprender a relativizar y no salir siempre al rescate. 


Clave 4: Relájate y disfruta. 

Esta clave está muy relacionada con la anterior. Debemos soltar ese control estricto que tenemos sobre la forma de hacer las cosas de nuestros hijos. Si lo que hace no es todo lo bueno que esperamos, es importante aprender aceptarlo tal como lo ha hecho. 

La idea es no romper su iniciativa en aras a no producirles fustración. Deja que haga las cosas a su manera. Si toma la iniciativa de algo, no queramos cambiarle o corregirle a la primera de cambio. ¿Hay algún peligro a la seguridad, salud o respeto en lo que ha hecho?. No es así. Pues dejémoslos.

Es vital hacerles sentir que su forma de hacer las cosas tiene sentido, que no están mal. 


Clave 5: Establece consignas claras. 

Sabemos que tendemos a generalizar a la hora de pedir a nuestros hijos que colaboren en las tareas del hogar. Solemos englobar un gran número de tareas individuales en otra más grande. Por ejemplo, cuando les pedimos que recojan su cuarto. 

De cara a simplificarles y facilitarles que comprendan lo que tienen que hacer, debemos explicitar  cuales son los pasos que hay que seguir para realizar la tarea. De otro modo, la tarea les puede parecer demasiado grande y pueden llegar a agobiarse. 

En el ejemplo del cuarto, tienen que saber que recogerlo implica hacer la cama, pasar la aspiradora, guardar su ropa, etc. La simplificación de tareas en otras más pequeñas facilita la consecución de la tarea global. Al igual que en los hábitos, plantéales objetivos parciales para que lleguen al objetivo final. 

Valora acompañarles en la realización de las tareas más complicadas o que menos les gusten. Esto permitirá que sea más sencillo que asuman la tarea y además, como bonus extra, nos va a permitir pasar un buen momento con ellos, reforzando el lazo de unión padre-hijo. 


Clave 6: No revises y  corrige en el momento adecuado. 

Cuando estamos detrás de ellos, a modo de juez esperando a corregirles por aquello que no hayan hecho como nos gusta, no conseguimos nada positivo. Todo lo contrario. 

Debemos tener cuidado ya que esta forma de actuar por parte de los progenitores denota una clara falta de confianza en los hijos. Evita ir a revisar aquello que hayan hecho. O, al menos, no inmediatamente al haber finalizado la tarea. 

Deja que pase un tiempo adecuado y luego, si es necesario, habla con él sobre tu opinión al respecto. Emplea una comunicación asertiva, no violenta. No recrimines. Observa, expresa tu sentimientos y necesidades y después formula tu petición. Valora comenzar la conversación felicitándole por haber hecho la tarea antes de reconducir lo que no te gusta. Y para finalizar, acaba con un agradecimiento que refuerce todo lo bueno. 


Clave 7: Usa un sistema para organizar las tareas familiares. 

A la hora de plantear el reparto de tareas en la familia, la utilización de un sistema de organización facilita bastante la consecución del éxito. 

En este punto, podemos optar por multitud de sistemas distintos, en función de la edad y madurez de nuestros hijos. Utilizar un sistema de economía de fichas donde lograr los objetivos van aparejados a un beneficio, el uso de aplicaciones móviles compartidas para organizar las tareas con niños ya adolescentes, o cualquier otro que permita motivarles. 

Bajo mi punto de vista, y personalizándolo en mis hijos, el juego es el mejor modo de aprendizaje. Y así lo he aplicado. Si os sirve de ayuda, en mi casa, he creado un juego de mesa sobre el reparto de tareas domésticas en la familia.

A modo de resumen, mi juego permite que mis hijos se sienten en la mesa, pasemos un rato juntos, tomen decisiones y, finalmente, asuman la realización de ciertas tareas (aleatorias según la tirada de un dado) asociadas a un beneficio o pérdida de privilegios. Sí, se que quizás no sea el mejor método educativo pero a mi me funciona y eso es lo que cuenta. 

Buenos queridos padres, hasta aquí el artículo de hoy. Ya sabéis, no dejéis de replantearos la forma de hacer las cosas. Siempre se puede mejorar. Y lo más importante, ponedlo en práctica. 

Si te funciona, quédatelo. Si no te funciona, descártalo y prueba de nuevo. 

Feliz semana. 

 

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